02/11/11 En un mano a mano con Clarín, el célebre catalán habló sobre la comida argentina. Y también sobre Messi.
Fonte: Clarin
PorVictoria Demasi
Ferran Adrià Mientras España vive la peor crisis económica de su historia, con cinco millones de “parados”, en julio el hombre cerró el restorán que dirigía desde 1987, algo así como el templo de la gastronomía mundial. Unas 950 mil personas que solo este año quisieron reservar su mesa tendrán que esperar. Ahora él quiere tiempo –eso que no vale euros– para crear nuevos sabores. “Como Serrat...”, dice el tipo de saco negro y remera de algodón, cuello redondo. Sigue: “Como Serrat que se dio cuenta que no tenía tiempo para componer, que se preguntó por qué hacía 140 conciertos al año si un día no habría canciones nuevas. Entonces, bajó la cantidad de shows a 30. Y se dedicó a escribir música”.
Habla Ferrán Adrià, dueño de El Bulli, el restaurante más famoso del planeta, el de las tres estrellas Michelín. Adrià, 49 años, nacido en Barcelona, considerado el mejor cocinero del mundo durante cinco años, es el espíritu de ese espacio mítico que mira a la Costa Brava del Meditarráneo, al norte de Cataluña. Se volvió el chef visagra de la historia culinaria mundial, famoso por “deconstruir” la comida. Invitado por Telefónica como embajador de la innovación y la tecnología, el cocinero habló y habló sobre el futuro, la innovación, la experimentación. Pero un asunto lo inquietó hasta que no pudo más y preguntó: “¿Y cómo es que aquí nadie me pregunta por Messi? ¿Qué les pasa a los argentinos con ese niño?” ¿Será porque acá no hace tantos goles como en España? Lo que sucede con el Barça es que (Pep) Guardiola contruyó un equipo con buen componente humano. Me gusta más eso que como juegan. Y en este sentido Messi es un chico normal, con una familia normal. Fíjate que mi madre no sabe nada de fútbol y a él lo admira. Yo también, para mí es inspirador.
¿En qué sentido lo inspira? A nivel personal, sin dudas. El me confirma que hay que “ser normal”, que sólo así uno puede resistir a las fotos, la gloria, el fanatismo de la gente. Si se sentara en El Bulli yo le preguntaría qué le gusta comer. Y ahí le prepararía algo. Quiero que la pase bien.
Adrià está de gira mientras en Girona, donde El Bulli parece muerto, toda una maquinaria de cocineros, arquitectos y especialistas en tecnología convierten al mítico restaurant en un centro de experimentación, en un ideario de nuevos platos. Así lo muestra un video en uno de los dos plasmas que dispusieron a uno y otro lado del cocinero en la conferencia de prensa que dio ayer en el Espacio Movistar. Cada vez que en la pantalla plana está su rostro, él baja la vista, se toca la nariz, ajusta el lazo que arman los dedos de sus manos. “El Bulli nunca fue un negocio. El Bulli es un espacio creativo que se convertirá en una fundación respetuosa del parque natural donde está ubicado, con energía sustentable, por ejemplo”, arrima Adrià.
El plan es que en septiembre de 2014 su restaurant funcione a pleno. Tendrá un centro de creatividad en un nuevo edificio, un espacio de “brainstorming” de 90 metros cuadrados y una cocina donde 30 chefs se dedicarán a hacer real lo que solo es posible en el recetario mental de un cocinero. Y además pondrán en marcha una plataforma virtual para dar a conocer la información: todos los cocineros, en cualquier parte del mundo, se podrán enterar de lo que se crea en El Bulli. “Eso es una revolución social, compartir la creatividad”, dice el maestro de la cocina molecular.
Una periodista española intervino: “En medio de una crisis como la que vive España, Ferrán, ¿cómo es posible?”, soltó. Adrià se sonrió apenas reconoció el acento. La compatriota lo hacía sentir local. “Yo no soy multimillonario, ni Superman. Esta no es una obra faraónica, la inversión es de 250 mil euros. Si lo hice yo, puede hacerlo otro. El problema de mi sector es que no llevan la administración. La pastelería en España se está fundiendo pero es porque no celebramos nada. El problema es que no nos atrevemos y en crisis hay que transformarse”, le respondió.
Adrià estará en Argentina hasta mañana. A las 16, dará una charla en el Gran Rex para más de 3.300 personas. Las vacantes, contaron los organizadores, se agotaron en pocos días. Dice que tiene poco tiempo, pero que está ansioso por conocer qué pasa a nivel gastronómico en nuestro país.
¿Viene a investigar qué está pasando en Argentina? Esta vez sí. Vine en 2003 y estuve en Puerto Madryn y en el Perito Moreno. Ese fue uno de los pocos viajes que hice para desconectarme de mi trabajo. Ahora quiero ver qué ha pasado en estos años. Lo que tengo claro es que hay unos chicos con mucho talento. Argentina tiene una cocina que debe mirar más al futuro. Tendrían que estar cocinando como en el 2015. Para eso hay que hacer un timeline , ver qué se hizo. Luego, armar un archivo de los productos locales. Y buscar el talento, pero no con los jóvenes que quieren ser como Steve Jobs a los 25 años. La paciencia y el sufrimiento son fundamentales. Y hay que ser respetuosos con los viejos cocineros, esos que tendrán que entender que acá hay jóvenes talentosos, que son los que harán el gran cambio.
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Fonte: Clarin
PorVictoria Demasi
Ferran Adrià Mientras España vive la peor crisis económica de su historia, con cinco millones de “parados”, en julio el hombre cerró el restorán que dirigía desde 1987, algo así como el templo de la gastronomía mundial. Unas 950 mil personas que solo este año quisieron reservar su mesa tendrán que esperar. Ahora él quiere tiempo –eso que no vale euros– para crear nuevos sabores. “Como Serrat...”, dice el tipo de saco negro y remera de algodón, cuello redondo. Sigue: “Como Serrat que se dio cuenta que no tenía tiempo para componer, que se preguntó por qué hacía 140 conciertos al año si un día no habría canciones nuevas. Entonces, bajó la cantidad de shows a 30. Y se dedicó a escribir música”.
Habla Ferrán Adrià, dueño de El Bulli, el restaurante más famoso del planeta, el de las tres estrellas Michelín. Adrià, 49 años, nacido en Barcelona, considerado el mejor cocinero del mundo durante cinco años, es el espíritu de ese espacio mítico que mira a la Costa Brava del Meditarráneo, al norte de Cataluña. Se volvió el chef visagra de la historia culinaria mundial, famoso por “deconstruir” la comida. Invitado por Telefónica como embajador de la innovación y la tecnología, el cocinero habló y habló sobre el futuro, la innovación, la experimentación. Pero un asunto lo inquietó hasta que no pudo más y preguntó: “¿Y cómo es que aquí nadie me pregunta por Messi? ¿Qué les pasa a los argentinos con ese niño?” ¿Será porque acá no hace tantos goles como en España? Lo que sucede con el Barça es que (Pep) Guardiola contruyó un equipo con buen componente humano. Me gusta más eso que como juegan. Y en este sentido Messi es un chico normal, con una familia normal. Fíjate que mi madre no sabe nada de fútbol y a él lo admira. Yo también, para mí es inspirador.
¿En qué sentido lo inspira? A nivel personal, sin dudas. El me confirma que hay que “ser normal”, que sólo así uno puede resistir a las fotos, la gloria, el fanatismo de la gente. Si se sentara en El Bulli yo le preguntaría qué le gusta comer. Y ahí le prepararía algo. Quiero que la pase bien.
Adrià está de gira mientras en Girona, donde El Bulli parece muerto, toda una maquinaria de cocineros, arquitectos y especialistas en tecnología convierten al mítico restaurant en un centro de experimentación, en un ideario de nuevos platos. Así lo muestra un video en uno de los dos plasmas que dispusieron a uno y otro lado del cocinero en la conferencia de prensa que dio ayer en el Espacio Movistar. Cada vez que en la pantalla plana está su rostro, él baja la vista, se toca la nariz, ajusta el lazo que arman los dedos de sus manos. “El Bulli nunca fue un negocio. El Bulli es un espacio creativo que se convertirá en una fundación respetuosa del parque natural donde está ubicado, con energía sustentable, por ejemplo”, arrima Adrià.
El plan es que en septiembre de 2014 su restaurant funcione a pleno. Tendrá un centro de creatividad en un nuevo edificio, un espacio de “brainstorming” de 90 metros cuadrados y una cocina donde 30 chefs se dedicarán a hacer real lo que solo es posible en el recetario mental de un cocinero. Y además pondrán en marcha una plataforma virtual para dar a conocer la información: todos los cocineros, en cualquier parte del mundo, se podrán enterar de lo que se crea en El Bulli. “Eso es una revolución social, compartir la creatividad”, dice el maestro de la cocina molecular.
Una periodista española intervino: “En medio de una crisis como la que vive España, Ferrán, ¿cómo es posible?”, soltó. Adrià se sonrió apenas reconoció el acento. La compatriota lo hacía sentir local. “Yo no soy multimillonario, ni Superman. Esta no es una obra faraónica, la inversión es de 250 mil euros. Si lo hice yo, puede hacerlo otro. El problema de mi sector es que no llevan la administración. La pastelería en España se está fundiendo pero es porque no celebramos nada. El problema es que no nos atrevemos y en crisis hay que transformarse”, le respondió.
Adrià estará en Argentina hasta mañana. A las 16, dará una charla en el Gran Rex para más de 3.300 personas. Las vacantes, contaron los organizadores, se agotaron en pocos días. Dice que tiene poco tiempo, pero que está ansioso por conocer qué pasa a nivel gastronómico en nuestro país.
¿Viene a investigar qué está pasando en Argentina? Esta vez sí. Vine en 2003 y estuve en Puerto Madryn y en el Perito Moreno. Ese fue uno de los pocos viajes que hice para desconectarme de mi trabajo. Ahora quiero ver qué ha pasado en estos años. Lo que tengo claro es que hay unos chicos con mucho talento. Argentina tiene una cocina que debe mirar más al futuro. Tendrían que estar cocinando como en el 2015. Para eso hay que hacer un timeline , ver qué se hizo. Luego, armar un archivo de los productos locales. Y buscar el talento, pero no con los jóvenes que quieren ser como Steve Jobs a los 25 años. La paciencia y el sufrimiento son fundamentales. Y hay que ser respetuosos con los viejos cocineros, esos que tendrán que entender que acá hay jóvenes talentosos, que son los que harán el gran cambio.
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